
Todo comenzó con el hombre de bigote de morsa y camisa de empresa de ascensores. En las caras de la gente, no mas de una docena de personas, se mezclaban las sensaciones que deja el sueño hace poco interrumpido y la ducha mañanera. El hombre de bigote de morsa y camisa de empresa de ascensores se lo pasó a la mujer con falda verde y portafolios, y ésta se lo pasó al estudiante de derecho con zapatos mocasines. Y así uno a uno se lo fueron pasando, el barrendero con chaleco reflectante, la empleada de seguridad con porra y esposas, la madre de ojos verdes y su hijo pequeño con uniforme de colegio... a mi me lo pasó la chica con el pañuelo rojo en el pelo y carpeta para planos. Sentí como mis ojos se entrecerraban, mi boca peleaba por abrirse y mi diafragma bajaba haciéndome tomar aire y obligándome a emitir un silencioso, enorme y placentero bostezo.
Seguramente debido a mi paranoia mañanera me asusté cuando observé que, desde el fondo del vagón, el hombre de bigote de morsa y camisa de ascensores me miraba de reojo, se recostaba en su asiento y tomaba aire profundamente.
No sé lo que pasó luego, pues aterrorizado por la idea de una linea circular dentro de otra, me bajé del vagón dos paradas antes de la que me tocaba.
estupenda forma de narrar anécdotas aparentemente insignificantes!
ResponderEliminarenhorabuena, has hallado un estilo!