miércoles, 16 de diciembre de 2009

La ciaccona

Se subió al vagón mirando la carpeta con el trabajo que había hecho durante los últimos meses. Se sentía del todo orgulloso, había trabajado duro, y al margen de la recompensa que otros le dieran al juzgar sus resultados, nadie le podría quitar la satisfacción del trabajo bien hecho. Tras el, entró un violinista, que se presentó antes de que tocara el silbato y arrancara el tren. Dijo con un marcado acento de Europa del este que iba a tocar la ciaccona de Bach.
Se le vinieron a la cabeza las notas de esa bella obra que había escuchado antes dos veces en directo, una en una hermosa iglesia románica del norte de España y otra interpretada por alguien muy especial tras una noche de conversación a altas horas de la madrugada. Y sintió que el destino le reservaba esa melodía, tan reconocible por sus primeros acordes penetrantes, para los mejores momentos de su vida. Pero todo comenzó a volverse incómodo cuando empezó a analizar todo lo que le había llevado allí, hasta ese momento. Desde el vagón, que con su traqueteo y rugido no ayudaba al disfrute de la música, pasando por sus ocupaciones en los últimos tiempos, gratificantes sólo hasta el momento en que pensaba por qué coño estaba haciendo todo aquello. Además, la interpretación del músico era de todo menos virtuosa. Desafinaba y cambiaba tantas notas que la melodía casi no se reconocía. Allí estaba, solo, escuchando cómo alguien destripaba una obra maestra en una máquina que emitía un ruido infernal.
Pensó, entonces, que así es la vida, que aunque conozcas la melodía, los intérpretes y el marco perfecto para ella no siempre sale como quieres, y tienes dos vías, una la de resignarte y seguir viendo cómo se desangra ante ti la idea de cómo debería ser todo, o revelarte contra el mundo e intentar cambiar algo que no tiene remedio, y así ver desangrarse a la vida y a ti mismo.
No estaba seguro de cual tomó cuando salió del metro dos paradas antes de su destino, falto de aire, y lanzando su carpeta al aire sin pararse a observar que se quedaba, en perfecto equilibrio, en un raíl de la vía.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Teoría de los colores

Hoy en clase de Electromagnetismo y Ondas, que vida más apasionante la mía, se me ha venido una idea a la cabeza.
Resulta que el espectro de luz visible por el ser humano es limitado, va desde el ultravioleta hasta el infrarrojo, de 400 a 700 nanómetros de frecuencia, aproximadamente. Todos vemos, más o menos, el mismo rango de radiaciones y las interpretamos como colores en nuestro cerebro, pero, ¿Vemos todos realmente lo mismo?
Quizás, pienso yo para mis adentros y sin ningún rigor de ningún tipo, no sabemos si a lo que yo llamo rojo es a lo que tu llamas verde. Que yo por convenio llame verde al color de la hierba, y tu tambien, no quiere decir que estemos interpretando el mismo color en nuestras cabezas. Y así sucedería con todo, por lo que cada uno vería una combinación de colores distinta para una misma realidad, y llamaría de la misma manera a las mismas longitudes de onda, aunque en su cabeza sean colores distintos. Así que siempre hemos pensado que todos veían la vida de los mismos colores que nosotros, pero no.
Ésto me hace plantearme muchas cosas, como por ejemplo el concepto de claro y el oscuro, mis gustos... ¿Y si mi color azul celeste es tu marrón caca?¿Por eso cada color nos motiva algo distinto a cada uno?¿Se puede aplicar este razonamiento para sonidos, sabores, olores...? Y lo más importante ¿Esto es lo que escribiría una persona que estuviera mal de la cabeza?