sábado, 26 de febrero de 2011

Días raros

Son estos días algo raros. Siempre he pensado que cuando algo funciona hay que dejarlo estar, y que cuando la cosa va mal, hay que cambiar el rumbo. Pero en esta sucesión de días raros es cuando me planteo hasta que punto somos fruto del azar, nosotros y nuestros actos, y que cambiar o no cambiar tampoco va a solucionar nada. Días en los que voy a ver Los Miserables al Lope de Vega, pagando una pasta, pues a alguien le cuesta aunque vaya invitado (gracias hermano), y me encuentro con un espectáculo con un gran potencial pero mediocremente interpretado por casi toda la gente que pasa por el escenario y me atrevería a decir por el teatro en general,que es bastante. Y entonces me pregunto si no seré yo el que tengo que cambiar, visto el teatro lleno y la gente puesta en pie y aplaudiendo a rabiar mientras la orquesta aún sigue tocando y los altavoces atronando. Y no digo más. Días en los que salgo de clase cansado y no me apetece nada ir a por una entrada para un espectáculo de mucha mayor calidad y notable menor precio. Días en los que apruebo exámenes en los que, a mi criterio, cometí errores que me podían haber llevado a un suspenso perfectamente justificado. Días en los que suspendo exámenes que están aprobados, pero que ante la falta total de criterio del examinador (¿o suspendedor?) suspendo. Días en los que la gente se comporta de forma extraña, y reprocha cosas con una falta total de memoria, y deja de decir verdades como puños...
Y todo esto estando convencido de haber actuado como debía (o quizás de la única forma que sabía), pero en los que todo ha salido, sino mal, al contrario de lo esperado o previsible.
¿Qué he de hacer?¿Cambiar, o dejarlo estar?
De momento me tumbo en la cama con un café a escuchar que algunos cambios no siempre son malos.


miércoles, 16 de febrero de 2011

Ya llegué arriba

Viene de aquí. Qué bien se está en casa.

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Cualquier actividad mínimamente creativa, como la que creo que debe ser el escribir un blog, necesita de alimentación mental del escribiente, pues a veces más, a veces menos, en cada entrada queda plasmada una creación de éste. Es por eso por lo que llevo tanto sin escribir en esta mi modesta bitácora, porque estoy falto de alimento para el espíritu. Para ser más exactos, estoy falto de las delicatessen de la vida que desencadenan en tu cabeza el proceso mediante el cual te sientas delante del ordenador e intentas escribir algo mínimamente interesante.
Bueno, pues ahora que he acabado los exámenes y tengo tiempo para perderlo en las cosas importantes espero que lleguen pronto los entrantes de lo que me alimentará para escribir estas entradas mías que aunque puedan parecer un mero accesorio, creo que en cierta medida forman ya parte de uno de los placeres de la vida.