martes, 30 de noviembre de 2010

Crick, crock.

Voy hacia clase de estadística cuando durante el corto trayecto por la calle que me separa de la Escuela extiendo la mano y ¡Pop!, un copo de nieve aparece en mi dedo índice. Me paro, me lo acerco a la cara, seguro que tanto como para ponerme bizco, y lo observo con detenimiento. En sus bordes se aprecian ramificaciones dendríticas, que al calor de mi mano se suavizan, para dar lugar a bastoncillos de hielo que dan paso a una gota de agua de núcleo helado, y luego a una lupa de mi huella dactilar.
Llego a clase y se percibe algo especial. Ya desde el comienzo se nota como todo el mundo no para de mirar por la ventana, y hasta el profesor estrabía un ojo para ver los grandes copos que golpean violentamente silenciosos sobre la ventana. Y yo ya me veo crick, crock, dejando mis huellas a la espalda, o pisando sobre las de algún desconocido que recorrió mi camino poco antes. Crick, crock, ya se acaba la clase, crick, crock, ya bajo las escaleras, crick, crock, ya me asomo a la calle para ver la acera y observar que la hora que ha estado nevando no ha sido suficiente para más que mojar el suelo, y humedecer la ventolera que viene hacia mi cara. Triste me vuelvo a casa, con la punta de la nariz congelada, y la esperanza de que para la próxima dure más la nevada para poder disfrutar del ruido que hacen los zapatos al pisar la nieve. Crick, crock, crick, crock, crick, crock...

sábado, 27 de noviembre de 2010

Bitácora de un día perfecto

Pensaba dar detalles (de hecho hay un borrador minuciosamente escrito) porque no quería que se me pasase nada del día de hoy, pero no los doy porque no es necesario. No me di cuenta mientras lo vivía, pero el día hoy ha sido un claro ejemplo de lo que quiero que sea mi vida. Me sentía cansado; todo el día en la escuela (pero si estaba cansado será porque estaba aprovechando el tiempo). Descansé después hablando, cocinando y compartiendo. Y al final del día me voy a la cama, reventado, y no puedo dormir. Estoy pensando, y creo que estos días en los que no pasa nada remarcable pero en los que por contra haces lo que quieres (o al menos no te ves haciendo otra cosa), estos días son días perfectos. Hoy me lo he pasado genial en el aburrimiento, en el cansancio, en el aprendizaje y en la redundancia, en la conversación y en el silencio, en la presencia y en la ausencia. Seguro que hubiese sido superable, mas aunque sé que no ha sido el mejor día del mundo, juro que ha sido mejor que cualquiera. Espero que me queden muchos más de estos. Quizás no me pueda dormir no por la experiencia de hoy, sino por la incertidumbre de mañana...

sábado, 20 de noviembre de 2010

Delirium tremens

Quizás más adelante el tiempo pase con violencia, como olas en un temporal que te dejan marcas en la voz, en el cuerpo y en el alma, pero de momento noto como pasa suavemente, como un airecillo que alborota un poco los cabellos, pero que ni molesta ni asusta; al contrario, sienta bien y reconforta. Pasan ya días de cumplir veintiuno, y tras esa modesta cifra creo que tengo muy pocas marcas en la cara, en el cuerpo o en el alma, que todavía estoy en un proceso de formación y transformación total, que me queda mucho por vivir, casi todo diría yo, y que lo que pesa hasta ahora, lo que quema en la voz, en el cuerpo y en el alma es aquello, mucho o poco, que no se ha dicho, o no se ha hecho, y que se sabe que ya no va a volver. "Sabes mejor que yo que hasta los huesos sólo calan los besos que no has dado".
Creo que queremos que comience a arreciar el temporal, y también creo que en medio de la tormenta desearemos sólo un día de juventud, de transformación, de aprendizaje... será que vivimos demasiado bien.

viernes, 22 de octubre de 2010

No se si llamarlo envidia

No sé si llamar envidia lo que siento cuando veo las movilizaciones en Francia en contra de la reforma de las pensiones. Y no por el hecho de que esté de acuerdo con los manifestantes o no, porque realmente no lo sé, sino por el hecho de ver a la gente en la calle protestando por lo que creen que es justo. Incluso no estoy seguro de que esto sea así. Ni siquiera sé si las imágenes que veo son sesgadas, puestas ahí por los medios para dar parte de una formidable protesta que nunca ha existido. En especial me han llamado más la atención las imágenes de los estudiantes manifestándose en París, Lyon y demás ciudades francesas.
Dicen que han salido tres millones de personas a la calle, no se si fueron menos. Estas protestas, que trascienden a nivel internacional. refuerzan mi sensación de que en el país vecino van todos a una, de que se dejan aborregar menos que el resto de países; en definitiva, de que el poder de ese país emana realmente del pueblo (o que al menos lo intentan), y no de los políticos que les gobiernan; y todo esto me hace sentir cierta envidia. ¿Seríamos capaces de hacer lo mismo en España?, ¿La gente se echaría a la calle para protestar por lo que cree justo?

Quizás lo que me haga sentirme raro es la duda acerca de si todo lo anterior es cierto, o que quizás todo esto lo digo por ésta foto, que ha despertado mi espíritu revolucionario, no sé...


(Huelga decir que estoy en contra de toda huelga o protesta violenta y fuera de formas, pero desgraciadamente cafres los ha habido, los hay y los habrá siempre).

lunes, 18 de octubre de 2010

Curados de espanto

Creo que en ocasiones el arte entra en conflicto consigo mismo. Quizás es fruto de mis limitaciones, pero no puedo estar a todo, y fue lo que me pasó viendo "Ascenso y caída de la ciudad de Mahagony" (¿No era en alemán? La que yo vi fue toda en inglés), de Kurt Weill, en el Teatro Real ayer domingo. Y lo digo seguramente por ignorancia de la de verdad, no de la de falsa modestia, ya que no estoy acostumbrado a óperas tan modernas. Bueno, no estoy acostumbrado a obras de este corte, porque Lulú, de Berg, el año pasado me pareció espectacular, y mira que se llevó palos.

El hecho es que mis tribulaciones se ven agravadas porque conozco un poco la música de Weill, y me gusta bastante. Así que cuando estuve ante el espectacular montaje de La Fura dels Baus me vi desbordado. No podía atender, y disfrutar o lamentar, a los figurantes, al escenario, a la música, las voces, el coro.... Reconozco que al salir del Teatro mi sensación era la de haber visto un musical, no una ópera; con buenas voces, eso sí, alguna muy buena, como la de Measha Brueggergosman o Willard White, con una orquesta lucida aunque para mi gusto un poco "estruendosa" en exceso, (esto lo digo sin mucho criterio, pues estaba en las localidades de proscenio, justo encima del viento metal, lo que no es precisamente lo mejor para apreciar la sutileza, que esta obra la tiene), y con mucha gente en el escenario, que me distraía en ocasiones del disfrute de la música y del seguimiento de la obra.

Y sé que esta ópera está concebida en clave teatral, lo que me lleva a la siguiente reflexión: o bien el montaje era exagerado, que por las alabanzas recibidas se ve que no, o bien no me gusta tanto Kurt Weill como me parecía antes de entrar. No se que pensar...

Ah, y el revolcón de conciencia que debe suponer el ver esta obra... creo que ya estamos todos curados de espanto. Sin ir más lejos, en la parte trasera del Real duermen todos los días varios mendigos entre cartones, teniendo como único techo los soportales del Teatro. Si eso no ha removido a quién paga más de ciento sesenta euros por entrar, irónicamente sea dicho, a las casas de esa pobre gente, no creo que lo haga el ver la obra por la que pagan tanto dinero.

Bueno, ahí va un vídeo de la ópera, que tampoco es plan de ponerse trágicos:



P.D. ¡Viva el último minuto!

miércoles, 13 de octubre de 2010

El corte de pelo

Vuelvo a casa después de cortarme el pelo, con lo que eso me cuesta. Nótese que lo tenía bastante largo y que me lo han dejado bastante cortito. Me encuentro con mi compañero de piso, pongámosle por seudónimo Xisco.

-¿A ver como te han dejado? [Se gira en la silla, me mira y se empieza a reír] -Vaya, no está mal...
-¿Por qué te ríes?-Le pregunto yo.
-Porque cuando miento me río.
-¿Tan mal me han dejado?
-No, sólo que lo llevas muy corto y se te ve mucho la cara. [Dicho totalmente en serio, sin rastro alguno de sarcasmo, lo cual es bastante doloroso]
-Bueno [sin asimilar la humillación a la que me estoy viendo sometido, como si fuese lo más normal del mundo], pues ya me crecerá.
-Si, ya nos acostumbraremos- contesta Xisco.

Más tarde reflexiono sobre la conversación. Qué cabrón.

martes, 12 de octubre de 2010

Balance (a día de hoy)


Gano tortillas de patatas, pierdo a Trini y Virgi. Gano en el café mañanero, pierdo cruasán a la plancha. Gano un sofá, pierdo los periódicos. Gano una bañera, pierdo un baño. Gano un balconcito, pierdo el ruido de los coches. Gano Megavideo, pierdo Canal Plus Liga. Gano salón, pierdo comedor. Gano cocina, pierdo Jalima (¿se escribe así? nunca se lo pregunté). Gano portera, pierdo adióh. Gano nevera grande, pierdo nevera pequeña (que encanto tenía). Gano elegir vecinos, pierdo elegir cuando verlos. Me quedo con la cafetera, la música, la carrera (joder), la gente que importa (espero) y vivir en un quinto. Y todo aquello de lo que no me acuerdo por ser tonterías o por ser lo más importante.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Volver (o el comienzo del curso del Rincón)

Vuelvo tras bastante tiempo a ponerme al teclado. Tras mucho tiempo y tras muchas cosas, exámenes, aprobados, suspensos, casas, visitas, cenas, viajes, aprendizajes y olvidos... en fin, que no pretendo hacer un post profundo, sólo pretendo avisar a quien me lea de cuando en cuando que de cuando en cuando volveré a ponerme al teclado para contar cosas de mis exámenes, de mis aprobados y mis suspensos, de mi casa, de las visitas y las cenas, de mis viajes y de todo lo que pueda aprender u olvidar con todo ello.

martes, 3 de agosto de 2010

Caida

Mientras caía recordó aquella vez que... bueno, no estaba seguro de si lo había leído o lo había vivido. Ese era el problema de tener una vida tan monótona, que como válvula de escape hacía suyas historias vividas o inventadas por otros. Es igual. Tendría unos ocho o nueve años. Estaba en una iglesia, y el cura dijo: “Aunque los actos llevados a cabo por él fueron deleznables, estoy seguro que en el último momento se arrepintió de lo que hizo y pidió perdón al Señor, y por eso será enterrado en camposanto, y Dios le estará esperando para acogerle en su seno como a todos nosotros cuando llegue la hora, y nos encontraremos con él en ...”

Ya no recordaba más. No es que viese su vida pasar por delante, sólo que en ese momento tenía la mente lúcida y podía pensar con mucha claridad, como nunca en su vida. Al principio pensó que el tiempo iba lento, pero luego advirtió que era el el que pensaba muy rápido, y los recuerdos y las reflexiones surgían a borbotones, sin cesar.

Y así recordando los puntos claves de su vida, llegó a la conclusión de que si hubiese marcha atrás, que no la había, no lo repetiría. Quizás en eso el cura tenía razón, aunque sólo en parte. No había vuelto a la senda de los justos, ni pedía perdón al Señor Dios nuestro. Es que se daba cuenta de que todo lo que le había llevado a esa desagradable, aunque reveladora situación, tenían solución. Ahora lo veía claro. Sólo tenía que haber enfrentado las chanzas que le había presentado la vida. Además advirtió que las que se había tomado como las más trascendentes eran las más irrisorias, pues se solucionaban con unas cuantas palabras, cogiendo el metro a las seis en lugar de a la una y media, o yendo por la calle del medio en lugar de andarse con rodeos. Qué queréis, tampoco había vivido tanto, sus problemas no eran muy relevantes, pero para el fueron un mundo. Y para cuando aprendió a vivir, que ironía, tenía el suelo a unos pocos centímetros de su nariz. Su último pensamiento fue “¿Por qué siempre se lo que hay que hacer cuando no tengo tiempo?” Pudo pensar en más cosas, pero prefirió invertir sus últimas décimas en un escueto “¡Jod...!”

martes, 20 de julio de 2010

Cambio de quinto

Qué calor... menos mal que en este quinto corre el aire y se pueden bajar las persianas y encender el ventilador y beber algo fresquito... tampoco se está tan mal. Acomodándome en el nuevo quinto, solo y con tiempo para pensar, mala combinación.
Cada vez, según parece, meto más la pata sin darme cuenta. En ocasiones, incluso después de percatarme de que he metido la pata.
Desde mi última España ha ganado un Mundial, y ha salido mi nota de Laboreo, dos hitos históricos ambos por su tardanza. Afortunadamente las dos cosas han ido bien.
Bueno, que tengo una vida que comenzar...

miércoles, 23 de junio de 2010

El que esté libre de pecado...



En lo primero hemos perdido y en lo segundo ganado. No todo podía se malo.

viernes, 18 de junio de 2010

Miedo al fracaso

Creo que hay algo peor que el fracaso: el miedo al fracaso. El fracaso es parte fundamental de la vida, nos forma y nos enseña, y es necesario (en dosis razonables, claro está). Algo falla cuando desde pequeños nos educan en la cultura de los triunfadores, pero enseñándonos sólo una parte, la parte brillante, la del éxito. Nos ocultan el fracaso, y es curioso, porque en los sujetos de supuesto éxito, y no hace falta que sean famosillos televisivos ya que todos tenemos figuras así alrededor, lo primero que aparece es su éxito, pero más tarde o más temprano llega su fracaso. Sin embargo las personas realmente triunfadoras han fracasado antes de abordar la empresa que les ha dado el éxito. Empresa en el sentido más amplio de la palabra, pues creo que esto es extrapolable a muchos ámbitos de la vida, como laborales, académicos, sentimentales... incluso culinarios. Y creo que sería muy enriquecedor saber por lo que ha pasado la gente hasta llegar a su posición de éxito actual, pues seguro que la figura del fracaso aparece alguna vez en sus vidas, Pero no un fracaso baldío, triste y desgraciado, sino un fracaso enriquecedor y aprovechable, desde el trabajo que perdieron, la carrera que no estudiaron o los amores que se les negaron. No hay que tener miedo al fracaso, hay que intentar, siendo razonables, pelear por aquello que realmente queremos, y asumir que si algo no sale como habíamos planeado es normal, y forma parte natural de la vida. Pero lo peor que podemos hacer, y es algo que yo hago a menudo, es quedarnos quietos, atenazados por el miedo, no hacer nada por miedo a hacerlo mal. Es entonces cuando nos quedamos con eso, con nada.

Nota: A modo culinario me gusta pensar, fuera de tanta reflexión pseudoprofunda lo que tuvo que pensar el primer tío o tía que hizo un flan de huevo. Es una tontería, pero pensad que sin haberlo visto o probado nunca, una persona coge huevos y los bate, les añade leche y azúcar en una proporción definida. En un recipiente hace caramelo y cubre sus paredes. Vierte allí la mezcla anterior, y lo cuece al baño maría hasta que se cuaja. Luego le da la vuelta y ¡Tachán!, un flan.
Lo que yo creo: Lo primero que era una persona muy osada, y lo segundo que tuvo que equivocarse muchas veces hasta que llegó a la receta final.

lunes, 7 de junio de 2010

Ya está solucionado

Mi dedo gordo ha vuelto. Ha sido pasajero. Aunque lo sabía, no he podido evitar preocuparme un poco, y sólo espero que no vuelva a pasar.
Seguro que vuelve a pasar...

viernes, 4 de junio de 2010

Me falta un dedo gordo

Me falta un dedo gordo. El del pie derecho, concretamente. Yo creo que está ahí, pero miro y no lo veo. El caso es que noto su tacto, puedo caminar perfectamente, y sigue ocupando su hueco en el calcetín, pero miro y no lo veo. No me preocupa demasiado, porque no he perdido su funcionalidad, y tampoco es que se viese mucho cuando estaba, pero lo que me da un poco de miedo es que se extienda por la pierna, o peor aún, me desaparezca una oreja, o la nariz... Si alguien puede darme algún consejo lo agradecería.

jueves, 3 de junio de 2010

Me rindo: Me gusta Joanna Newsom

Aprovecho un receso estudiantil para gritar a los cuatro vientos lo que hace una semana no podía ni creer que diría: Me gusta la música de Joanna Newsom. Quizás no hayáis oído hablar de ella. Yo la conocí por un artículo en El País hace como quince días. La tachaban de salvación del folk, o algo así, y me decidí a buscar algo de su música. Lo primero que encontré "Sprout and the bean":



Y pensé que el que había escrito el artículo tiene acciones de la discográfica que edita los trabajos de la californiana, porque su voz gatuna, temblorosa y dubitativa en ocasiones se me clavó en la cabeza. No le di más importancia, pero el proceso estaba ya en marcha. No se que tiene, pero te gana a medida que la escuchas, te engancha. Bueno, quizás si se que tiene. Un estilo propio, sin complejos, una música agradable (los sonidos de cuerdas, arpa y clave, son muy cálidos), y letras extrañas a las que alguien tan limitado en inglés como yo puede aproximarse.
Y aquí estoy, reconociendo que los cinco últimos días los paso entre The National y Joanna Newsom (con los primeros no dudé ni un instante, y no me canso de ellos por mucho que los escuche)
Ha sacado disco en 2010, "Have one of me", en el que se nota una evolución muy clara, con música más orquestal y una voz más cuidada, no tan felina.

Un tema de su nuevo disco: "Good Intentions Paving Company":


Y otro que os sonará más por ser su final ráfaga para los minianuncios de La Sexta. Éste tema es de 2004, del disco "The Milk-Eyed Mender":


Que sepáis que éste post viene motivado por las quejas que he recibido en mi propia casa por escuchar a ésta cantante. Es por esto por lo que me veo en la necesidad de salir en su defensa, aunque desconozco si ésta polémica surge en otros lugares.

lunes, 31 de mayo de 2010

Llega Junio


Como el año pasado, Mayo se me escapa entre los dedos, dejándome una sensación extraña. Ya llega Junio (mes 6 esperemos que premonitorio) y sus exámenes. Supongo que es normal tener esa sensación de querer viajar dos meses atrás en el tiempo para decirle a tu Yo del pasado que lo lleve todo al día, que luego al final estará apretado... aunque es la sensación de todos los años, y siempre (hasta la fecha, mejor o peor) se sobrevive. Junio llega cargado de luz y calor... joder que tétrico.

miércoles, 28 de abril de 2010

La Buena Vida


Todos los colores salen de la madera, todos son totalmente orgánicos. El verde es verde madera, el rojo es rojo madera, el gris, el negro, el blanco...
Además los focos no emiten luz, sino sombras. Si se apagaran todos, la luz nos cegaría. Emiten sombras debajo de las mesas, en las estanterías, en los lomos de los libros, bajo el vapor de la tetera.
Huele a té, y hay migas en la mesa. Las migas de la pasta que descansa mordida sobre el plato lo vertebran todo: las vetas de la madera de la que está echa la mesa, que late como viva, la taza vacía, con un poso de azúcar en el fondo, la cucharilla apoyada en la servilleta, la bandeja.
Una hoja de té se desenrolla en el agua, y la tiñe con una nube bienoliente.


"Lo primero que comprendió el pingüino a través de su crimen fue que se encontraba todo lo mismo que el Orestes antiguo: en medio de una inmensidad de impolutas tinieblas más o menos benignas. Cuando se da uno cuenta de esa coyuntura y sigue amando la vida ha ganado una batalla, ¿Contra qué? Nadie podría expresarlo, pero sí percibirlo, y sentirlo".

¿Matamos, como hizo Orestes, a nuestra madre, o a aquello que nos da la vida?

miércoles, 14 de abril de 2010

Retrato


Aquella mañana gris típicamente gallega, con el cielo encapotado y apuntando lluvia, salí a dar un paseo por la playa. Estaba desierta, y era agradable caminar por la húmeda y fría arena gris que había sido batida por el mar de madrugada, y que por varios metros desde la orilla se había quedado casi perfectamente nivelada al retirarse la marea.
De lejos lo vi, echo un ovillo. No supe lo que estaba haciendo hasta que estuve casi a su altura. Cuando llegué a él no pude menos que pararme. Aquel hombre parecía un náufrago. Vestía una camiseta blanca echa jirones y un viejo bañador del que no sabría decir exactamente de que color era. Estaba en cuclillas, y la espuma de las olas le besaba rítmicamente los dedos de los pies. Atento seleccionaba las piedras mas planas y redondeadas y las metía en una pequeña red. Me miró, y me asusté, pues tenía los ojos tan claros que parecía ciego. Pero lo que sucedió a continuación me demostró que no lo era. Pues soltó su red, y de entre todas las piedras que tenía dentro, tomó una. Era grande como la palma de su huesuda mano, de forma ovalada y de color rojo surcado por alguna finísima veta de lo que parecía ser cuarzo. Luego se dirigió hacia la arena seca. Yo, sabiendo que había algo de lo que hacía que estaba relacionado conmigo, lo seguí y me senté frente a el, como hipnotizado. Entonces tomó un palito de la arena, fino, largo y de color dorado, y de su bolsillo sacó una pequeña concha de cangrejo ermitaño llena de una sustancia que parecía ser tinta. Y comenzó a dibujar algo en la piedra.
Así estuvimos largo rato. El absorto en su dibujo, y yo debatiéndome entre salir corriendo o seguir allí sentado. Con un pequeño gruñido el hombre levantó la cabeza, y mirando a la linea del horizonte con sus ojos glaucos dejó caer la piedra en la que había estado trabajando. Me incliné hacia delante, y descubrí que había estado dibujando mi retrato, pero de manera especial. Aunque no me reconocía, supe perfectamente que era yo el que estaba allí dibujado. El retrato me miraba a los ojos con la expresión de asombro y duda con la que yo lo miraba a él, pues era mi retrato de anciano, y en mi interior tuve la certeza que llegaré a ser exactamente así si algún día llego a viejo. El hombre dio otro gruñido, como si me hubiera leído el pensamiento, y negando con la cabeza tomó con su mano izquierda la piedra que descansaba sobre la arena, mientas que con el huesudo dedo índice de su mano derecha señaló a mi corazón, dándome dos golpecitos en el pecho. Acto seguido, y sin yo poder evitarlo, arrojó mi retrato al mar con una fuerza increíble para su endeble brazo. Con un sordo grito de desesperación me lancé corriendo hacia el agua para intentar recuperar aquél increíble dibujo. Pero fue imposible. Al salir del agua totalmente empapado el hombre ya no estaba allí. Pero creí oír que el viento que venía del mar me traía una voz que decía "Es sólo una piedra".

domingo, 11 de abril de 2010

Mi primera bicicleta


Heredé mi primera bicicleta de mi hermano. Era y es, pues aún existe, una pequeña bicicleta roja, de cuadro de hierro, bastante pesado, que previamente había pertenecido a mi hermana. En sus orígenes debió de ser una bicicleta de niña, allá por los ochenta, pero tras su paso por las manos de mi hermano no volvió a ser la misma. Supongo que le quitó la cestita y demás accesorios, y a base de derrapes y golpes la dejó casi como hoy en día se puede ver al fondo de la cochera, con aspecto envejecido, las cámaras desgastadas y con sus rasgos femeninos casi extinguidos.
El caso es que llegó a mi tras su paso por dos usuarios anteriores. Me imagino que mi padre le puso los ruedines que le quitó anteriormente cuando mis hermanos no los necesitaron. Y así estuve yo un tiempo, con una bicicleta bastante destartalada, con sus ruedines reubicados, dando vueltas alrededor de mi casa, mientras mi hermano me adelantaba a toda velocidad con su BH California amarilla. Hasta aquí todo lo supongo, pues era realmente pequeño y no lo recuerdo con claridad. Lo que si recuerdo es cuando mi padre me quitó los ruedines. Creo que fue uno de los momentos más importantes de mi vida, y no por aprender a andar en bicicleta manteniendo el equilibrio por mi mismo, lo que es ya de por si es bastante trascendente, sino porque creo que aprendí con el tiempo algo más importante, el concepto de falsa seguridad, y como a veces puede ser buena. Pues nunca fui consciente hasta tiempo después de que casi nunca utilicé los ruedines adosados a la rueda trasera, pues las exigencias a las que se vieron sometidas por mi hermano las pequeñas escuadras de acero a las que estaban sujetos hicieron que se deformaran, quedándose en forma de ángulo agudo, por lo que sólo en las curvas más cerradas aquellas ruedecitas tocaban el suelo. Las pequeñas ruedas iban siempre en aire, sin apoyarse, pero yo no lo sabía, y sospecho que desde el primer momento que fui capaz de mover aquella pequeña bici destartalada lo hice por mi mismo.
Esta historia, quizás por lo personal, me parece bonita, y sobre todo porque más tarde te das cuenta de que la vida muchas veces se basa en ruedines que no tocan el suelo, pero sin los que quizás estaríamos siempre paralizados por el miedo a caernos.

viernes, 9 de abril de 2010

Sobre lo bueno de las mezclas, o de como engañarse para no colocar la habitación


En la mesa periódicos viejos mezclados con carpetas mezcladas con apuntes mezclados con baquetas mezcladas con cactus mezclados con discos mezclados con monedas. En la cama sábanas mezcladas con mantas mezcladas con cojines mezclados con un conejo verde de peluche mezclado con un jersey mezclado con un pantalón vaquero. En la estantería tazas mezcladas con té mezcladas con apuntes mezcladas con libros mezclados con partituras mezcladas con cajas mezclados con rosquillas mezcladas con ópera mezclada con manzanas mezcladas con Pharmaton. Y entre toda esa cantidad de cosas en imperfecto desorden extendidas por la habitación, una mesa verde sobre la que está el eje, la piedra angular: La radio y la cafetera. Escuchando la primera bebo, tumbado en el suelo, el producto de la segunda.
Radio mezclada con café mezclado con leche mezclado con azúcar. Aquí no se está tan mal, ¿no?

martes, 23 de marzo de 2010

Te das cuenta de lo que pierdes cuando te das cuenta de lo que pierdes


"Te das cuenta de lo que tienes cuando lo pierdes". Esa frase, tan manida por todos, se me vino ayer a la cabeza. "Te das cuenta de lo que tienes cuando lo pierdes". Quizás sea cierto, pero yo no estoy de acuerdo. Creo que la frase más correcta, pese a la redundancia sería "Te das cuenta de lo que tienes cuando te das cuenta de lo que tienes". O mejor "Te das cuenta de lo que pierdes cuando te das cuenta de lo que pierdes". Para mi la literalidad de la frase es demoledoramente clara. Es tanto o más relevante el cuando eres consciente de que lo pierdes como el momento exacto de la pérdida. La conciencia marca el momento en el que lo asumes y comienzas a vivir con ello, hasta entonces ya puede ser muy evidente, que sigues viviendo en tu realidad individual. Las realidades individuales son muy peligrosas. De hecho no son realidades, son locuras. Sólo lo que se asume entre todos como sociedad, ya sea más grande o más pequeña, es real.
Y ayer me di cuenta de que he perdido cosas, de que vivía en una "irrealidad individual". No sucedió ayer, realmente nada trascendente pasó, pero bien porque me resistía a asumirlo, bien porque simplemente no lo veía, no fui consciente hasta ayer. No creo que sea un mecanismo de defensa, pues también me pasa para lo bueno; es sólo que mi mente tiene una inercia que le impide asumir cambios bruscos. Escribió Delibes, describiendo a un caballo, que era capaz de ir a galope y detenerse en dos cuerpos (la primera vez que lo oí me pareció fascinante decir tanto en tan poco, luego me enteré de que mis fascinaciones son bastante extrañas). Mi mente no se detiene tan rápido, o por lo menos no tan rápido como la del resto de la gente, y se resiste a los cambios bruscos de personalidad, de preferencias, de gustos, de amistades, de sentimientos... ¿Será eso algo bueno?

miércoles, 17 de marzo de 2010

La gente no deja de sorprenderme... casi siempre para mal

Seguramente no sea el mejor ejemplo de trato con los demás, de vez en cuando se me va la pinza, un mal rato lo tiene cualquiera y todo eso, pero por lo que me cuentan los que me conocen soy bastante cabal.
Cuando veo determinadas cosas que no me esperaría de gente que, de primeras, parece normal me hago de cruces, y me pongo alerta, pues veo que todo el mundo puede acabar siendo un perfecto gilipollas, y yo el primero.
Pido perdón por los posibles exabruptos cometidos contra cualquier persona que se haya cruzado en mi camino en uno de esos momentos malos, o en una ida de pinza. Yo creo que en el fondo no soy así. Cuando alguien me lo hace creo que también se perdonar.
El tema se complica cuando aparece la reiteración, y te toman por tonto, o por bueno en el mal sentido de la palabra. Entonces no me valen los malos momentos, o las idas de pinza, entonces me doy cuenta de que hay gente muy torpe, muy boba, muy tonta o con muy mala idea, y que no es una perfecta gilipollas transitoriamente, sino mala gente a jornada completa. Al final cada uno tendrá lo que se merece... o no, ya no estoy seguro de nada.

(Perdón por el discursito inconexo y confuso que he soltado, la calentura es mala consejera, y sobre todo porque nada de lo antes escrito está dirigido a quien posiblemente lea esto, lo aseguro. Es solo que lo necesitaba, que de vez en cuando a uno le tocan un poco las narices, y gritar a la nada por la ventana queda muy feo)

lunes, 15 de marzo de 2010

¡Qué viene el coco!


Qué buen momento me dio la radio el domingo por la mañana. Qué gran medio es este. Estoy pensando que cuando acabe la carrera, y aunque nada tengan que ver mis estudios con la radio, echaré ni currículum en alguna emisora. Estoy convencido de que el trabajo de mi vida está en la radio. Lástima que no me guste mi voz, pero ese es otro tema, que me estoy desviando.
Será que estoy yo blandito y sensiblero, y en una semana de mierda, para ser claros. pero en el "A Vivir..." de la Cadena Ser, a eso de las once, hablaron de nanas. Y pusieron algunas que, no se por qué, me llegaron. Una de ellas es muy popular, cantada por Mercedes Sosa


Y otra cantada por Bola de Nieve


Y mira que no soy yo muy de nanas. Mi madre me cantaba "Duérmete Rodrigo/que viene el coco/se lleva a los niños/que duermen poco", lo cual es bastante terrible así mirado en frío, y me despertaba, si no lo cuento reviento, con la canción de Bonka "Buenos días la mañana Bonka, sabor de buen café". Lo segundo explicaría mi más que incipiente adicción al café, y lo primero, seguramente mi mierda de semana.
Anécdotas personales al margen, lo que creo que capté nítidamente el domingo, mientras me tomaba mi café Marcilla, fue descubrir que las nanas que mas me transmitieron fueron aquellas en las que los padres sueñan, y los niños duermen.
Por cierto, lo cortés no quita lo valiente, mi madre me despertaba siempre con un zumo de naranja recién, exprimido... y el recuerdo que tengo de esos despertares es de los más agradables de mi infancia.

lunes, 8 de marzo de 2010

Está en el aire

¡Qué imagen de la tristeza! Mi habitación está bastante descolocada, pero no lo suficiente como para ser escandaloso, me duele un poco la cabeza, pero no lo suficiente como para no ir a las once de la noche a pitar un partido de fútbol que no me apetece ir a pitar. Me hago un café que lleva abierto lo suficiente como para perder aroma, en una taza (la del Atleti que daban el domingo con el As) que es fea, pero no lo suficiente como para que no la use. Para colmo, suena Thunder on the Mountain, de Bob Dylan, lo que le da al cuadro un toque decadente. Pero todo cambia cuando suena Blowing in the wind. Acabo de hacer el café (me encante hacerme un café). Está buenísimo. Me enchufa y me quita el dolor de cabeza. La taza me recuerda que el Atleti jugará la final de Copa, y me animo pensando que esa noche, aún sin fecha, va a ser grande, pase lo que pase. Paso una mano estirando el edredón, y ya parece otra cosa. En cuanto a lo de pitar el partido, supongo que me vendrá bien que me de el aire...

Gracias Bob.

domingo, 28 de febrero de 2010

Segundo Jazz Club

Hola, buenas noches, ¿Tienen mesa? Uf, hoy esto está muy lleno, pero pueden pasar a la barra. Comienza a las doce. Media por encima de cuarenta. Camisa y tirantes, pelo blanco, trombón de varas. Músicos con todas las letras, con todos los años. Dos cervezas y una tónica. Amor a los treinta, amor a los cuarenta, amor a los cincuenta, amor a los sesenta... ¿Cuánto nos queda? Gente sola en una esquina, luz azul y rosa que despide un letrero de neón sobre una pared de ladrillo a cara vista. ¿Tienes fuego? Un vino, por favor. El charles tchis, tchis, humo de puro, sillones bajos y lámpara de mesa. Demasiado rímel, arruga incipiente, belleza en la cuesta abajo. La trompeta arranca unas palmas. Me recuerda a Duke Ellington, o a los Aristogatos, no lo sé. Dabidubidudá la voz, pom popom pom el bajo. Me recuerda a ella, y a Ella. Verso suelto del poema. Segundo descanso. Otro vino, ¿verdad? Ya se va lo accesorio. Escaleras arriba, Chyntia no da señales. Contra todo pronóstico, we had a yabba dabba doo time.

miércoles, 24 de febrero de 2010

La vaca bonsai

Iba caminando por la calle cuando vi algo fascinante. Un hombre iba paseando a lo que yo creía era un perro en dirección contraria a la mía. Yo iba por unos soportales que hay a la puerta de mi casa, y éste hombre iba por la acera. Entre los dos se interponían las columnas del edificio, y la velocidad de ambos era tal que nunca llegué a ver al perro, pues una columna siempre me tapaba su vista. Al día siguiente sucedió lo mismo, el hombre paseaba con su mascota, pero siempre me tapaba una columna, y no llegué a ver al can.
Y ésta mañana me he encontrado al mencionado señor, pero esta vez estaba solo. Me acerqué respetuoso y le pregunté:
-Perdone, ¿Me podría decir que es lo que pasea usted?
-¿Cómo dices?- Me dijo extrañado -¿Que paseo el qué?
-Es que le he visto estos días paseando a un animal, y no se cual es.
- Chico, ¿Tú estás bien?
No negaré que me ofendió un poco su duda sobre mis capacidades mentales, pues me considero una persona, cuando menos, bastante cuerda. Por eso le dije lo siguiente con cierto tono de resentimiento.
-Pues lo más fácil hubiera sido pensar que fuera un perro, pero creía que usted podría tener una vaca bonsai.
-¿Pero qué...?-Me interrumpió, pero yo muy digno seguí con mi argumentación.
-Si, si, una vaca bonsai, una vaquita de tamaño pequeño. Obviamente usted no podría tener una vaca de tamaño normal aquí, en el centro de Madrid, por eso se las habría ingeniado para tener una vaquita de tamaño pequeño, como un perrillo, para poder sacarla de paseo, a pastar a un parque... Además ella le proporcionaría leche fresca para sus cortados y...
El hombre no siguió escuchando, se dio la vuelta y se fue. Por la cara que tenía creo que efectivamente estaba paseando a un perro, pero quién sabe, quizás se fue asustado porque lo había descubierto...

lunes, 22 de febrero de 2010

Gran droga la música

Gran droga, la música. Personalmente me hace sentir cosas de las que oigo hablar a menudo relacionadas con las drogas, pero con la lucided y el estado de alerta máxima que considero necesario para alcanzar un verdadero disfrute. Y el otro día, escuchando diferentes arias de la ópera Andrea Chénier, de Umberto Giordano en el Teatro Real, volví a sentir esa pérdida de referencias, ese vértigo, esa duda, ese no saber si el sonido que recibes es sonido o color, ese cerrar los ojos con los ojos abiertos. Y muy en especial con la conocida aria "La Mamma Morta", cantada por la soprano Daniela Dessì. Me encanta que por medio del sonido me sumerja en la más absoluta de las penas para luego enseñarme que, cuando está todo perdido aún hay lugar a la esperanza. Y llega un momento en el que me fundo con el sonido, y llego a estar totalmente convencido de que, como Maddalena, yo también soy la vida. Dura poco, y sólo sucede de vez en cuando, pero merece la pena, y mucho.

Dos versiones, una de María Callas, famosa por la película Philadelphia (Más parecida, en estilo, a la que yo escuche en el Real):


Y otra de Renata Tebaldi:


domingo, 14 de febrero de 2010

¿Las lágrimas ruedan?


Trece de Febrero
¿Qué día es hoy?
Desde que he salido
De la biblioteca
No paro de repetírmelo
¿Qué es lo que he olvidado?
Algún cumpleaños
(¿Quizás el mío?)
En un reloj dan las doce
Ya es catorce
Catorce de Febrero...
Una lágrima rueda
Por mi mejilla
El aire
corta en los ojos.

Joder, que frío.

viernes, 12 de febrero de 2010

Lucy in the sky with diamonds

De los altavoces salía un intenso olor a mandarinas. En un instante se vio subido en un bote, río abajo, y mientras veía pasa enormes flores de celofán verdes y amarillas, se acercaba a puentes con fuentes de colores donde había gente comiendo pasteles de malvavisco. Cuando alzó los ojos, vio sobre un cielo de mermelada a una niña con ojos de caleidoscopio. Luego volvió en sí. Apago la música y se puso a estudiar.

lunes, 8 de febrero de 2010

Que dura es la vida del Estudiante


Ay, ay, ay, al filo de tres exámenes y aquí , como bloqueado. Estoy un poquito hasta el higo. Menos mal que los del Carrusel me animaron la noche con la Superbowl, un clásico de los exámenes de Febrero.
Mañana el menú comienza con Laboreo, pasado, el plato principal, Electro, y de postre Materiales... se que no suelo escribir sobre mi vida así, tan en claro, pero es que tanto libro y biblioteca hace que hable muy poco con la gente, y es bueno desquitarse un poco, (se que no me puedo quejar de nada, pues no paso hambre ni frío, pero lo que se dice teta no me lo paso). Es posible, más que probable que nadie lo lea, pero es lo que menos me importa. Es como gritar por la ventana, que relaja mucho (¿Debo preocuparme? quiero decir, ¿ésto es un síntoma de algo raro en la cabeza?)
En fin, que ahora mismito, en directo tiro una moneda al aire. Si sale cara (la catedral de Santiago) esta tarde estudio Laboreo, si sale cruz (5 cent), Electro, y si se queda de canto, Materiales.
Ha salido cara. A laborar Laboreo se ha dicho. Me bajo a Agrónomos, que ya tengo el culo hecho a esas sillas. Si me veis dadme un saludito. Prometo levantar la cabeza y dediacaros una mirada de agobio, y enseñaros mi espacio interdental en los incisivos.

lunes, 1 de febrero de 2010

Comienza Febrero


Y busco motivos para pensar que va a ser mejor que el mes de Enero. En Febrero se acabarán los exámenes, comenzará a oler a primavera, los días irán creciendo...
Pero me temo que va a ser igual que Enero. Y no por malo, ni por bueno, sino porque me acabo de dar cuenta de que estamos en Febrero, cuando son las once de la noche, y ya casi es día 2.

domingo, 24 de enero de 2010

¿A que sería bonito?


--Día 1--

Noto un cosquilleo azul en la cara. Cuando levanto la cabeza, veo sorprendido como dos preciosos ojos me rehuyen la mirada. Ella, pienso yo, habrá dejado la vista clavada en un punto, y yo he tenido la suerte, o la desfachatez, de ponerme en medio.

--Día 2--

No es posible. El mismo cosquilleo azul, esta vez en la nuca. Me quedo quieto, con los sentidos alerta. Durante un rato sigo percibiendo intermitentemente esa deliciosa sensación. Algunas pausas son más largas, y otras más rítmicas y veloces, las identifico con el parpadeo. Me armo de valor y decido girarme. Me la encuentro, coqueta, mirando circunstancial hacia otro lado. ¿Me estaba mirando a mi, o me estoy volviendo loco?

--Día 3--

Hoy no ha venido, y esto parece vacío. Tengo que encontrar un método para confirmar mis sospechas. Hoy no ha venido, y noto que lo que antes era un agradable complemento a lo que venía a hacer, ahora es casi un fin. Cuando pasa un rato me levanto y me voy, pues hoy no ha venido.

--Día 4--

Encontré la manera de comprobar si me estoy volviendo loco, o contra todo propósito, se ha fijado en mi.
El primer paso es cambiarme de sitio. Hoy me he ubicado en la otra esquina. Pasa un rato, y allí entra ella, con sus ojos (¿emitiendo cosquilleos azules?) yendo hacia mi posición habitual. Pero al llegar, gira la cabeza en ambas direcciones y se vuelve. Noto un cosquilleo muy tenue, pues está lejos. Y viene hacia mi, y se sienta en frente mío.
Y ahí es cuando entra en juego el segundo paso del método. Implicó para mayor seguridad prescindir de mi querido café de la mañana, debido a mis malas dotes de actor. Cuando estoy con la cabeza baja, siento de nuevo el cosquilleo azul. Entonces bostezo. Y cuando termino, levanto la cabeza, y ella agacha la suya, y cuento hasta cinco.
Uno... nada
Dos... nada
Tres... sus ojos se entrecierran
Cuatro... abre la boca y bosteza
Cinco... con un gesto de su mano, se tapa la boca al ser consciente de que la estoy mirando. Levanta la cabeza, e intuyo que sonríe pues no puedo apartar mis ojos de los suyos, que antes percibía como un cosquilleo, y ahora se que, contra todo pronóstico, me miran.
¡Y yo que pensaba que en la biblioteca sólo se estudiaba!




jueves, 14 de enero de 2010

Las horas II

No está tan mal ser una hora entre las siete y las ocho de la mañana. El día comienza, lleno de expectativas que seguramente no se cumplan, pero aún no lo sabes, pues estás en un estado de aletargamiento. Escuchas de fondo la voz de Francino repitiendo constantemente la hora, la peninsular y la de canarias, manías que tiene el hombre. Puede decir la hora cada cinco minutos, lo que al principio me molestaba un poco, y de lo que no podría prescindir ahora. Pues eso, suena la alarma y se enciende sola la radio, y estás todavía entre las sábanas, calentito, sin nada de que preocuparte, no tienes que pensar en nada, ni hacer nada, ni decir nada, sólo estar, solo ser, (que si, que la mierda luego se cierne sobre ti y se te viene encima como una avalancha) Estás como está el gusano de seda en su capullo. Ese estado es tan frágil que podrías romperlo con una uña, al igual que el ovillo de seda, pero es uno de los mejores momentos del día, aunque todavía no es día, y obviamente tampoco es noche...
Me gusta ser una hora entre las siete y las ocho de la mañana.

martes, 12 de enero de 2010

Las horas

Debe ser que soy una hora entre las siete y las ocho de la mañana. Las nueve, como las diez o incluso las once, son buenas horas. Huelen a café, y a tostadas. Además puedes disfrutarlas habiendo descansado decentemente. Las doce y la una, en contra de lo que la gente piense, son horas canallas, en las que la gente que no madruga se levanta y no desayuna, o en la que puedes salir a la calle a ver como las señoras mayores hacen la compra, y la gente está trabajando mientras tu simplemente paseas.
De las dos a las cuatro las funciones son meramente alimenticias, sino directamente, de forma indirecta (excepto para los que a pesar de levantarse a las doce deciden desayunar), pues el hambre o simplemente la costumbre lo influencian todo. La siesta o sopor, así como el trabajo o el estudio van de cuatro a siete (nótese que dos periodos se solapan). Son horas bastante tristes, pues generalmente nadie hace lo que quiere de cuatro a siete. Siempre se va, viene, o hace lo que no se quiere en estas horas, incluso dormir la siesta (¿nunca habéis notado la culpabilidad de la siesta?). Desde las ocho, aunque quizás las ocho también estén el el grupo anterior, no se... en fin, desde las nueve a las doce todo es bueno, pues la gente sale del aletargamiento y las imposiciones. Cena, habla, hace las cosas que no ha podido hacer de cuatro a ocho. Y a partir de las doce en adelante, se puede salir, o dormir.
Pero yo debo ser algún momento de entre las siete y las ocho de la mañana, donde hay sueño, mal despertar (o mal regresar por haber salido a las doce del día anterior), no tienes ganas de nada y solo quieres seguir durmiendo. Además no puedes pensar, pues tu cabeza aún no está lúcida. No lo está hasta que llega la ducha.
Debo de ser un momento antes de la ducha, entonces. Ya voy acotando lo que soy.