martes, 30 de noviembre de 2010

Crick, crock.

Voy hacia clase de estadística cuando durante el corto trayecto por la calle que me separa de la Escuela extiendo la mano y ¡Pop!, un copo de nieve aparece en mi dedo índice. Me paro, me lo acerco a la cara, seguro que tanto como para ponerme bizco, y lo observo con detenimiento. En sus bordes se aprecian ramificaciones dendríticas, que al calor de mi mano se suavizan, para dar lugar a bastoncillos de hielo que dan paso a una gota de agua de núcleo helado, y luego a una lupa de mi huella dactilar.
Llego a clase y se percibe algo especial. Ya desde el comienzo se nota como todo el mundo no para de mirar por la ventana, y hasta el profesor estrabía un ojo para ver los grandes copos que golpean violentamente silenciosos sobre la ventana. Y yo ya me veo crick, crock, dejando mis huellas a la espalda, o pisando sobre las de algún desconocido que recorrió mi camino poco antes. Crick, crock, ya se acaba la clase, crick, crock, ya bajo las escaleras, crick, crock, ya me asomo a la calle para ver la acera y observar que la hora que ha estado nevando no ha sido suficiente para más que mojar el suelo, y humedecer la ventolera que viene hacia mi cara. Triste me vuelvo a casa, con la punta de la nariz congelada, y la esperanza de que para la próxima dure más la nevada para poder disfrutar del ruido que hacen los zapatos al pisar la nieve. Crick, crock, crick, crock, crick, crock...

sábado, 27 de noviembre de 2010

Bitácora de un día perfecto

Pensaba dar detalles (de hecho hay un borrador minuciosamente escrito) porque no quería que se me pasase nada del día de hoy, pero no los doy porque no es necesario. No me di cuenta mientras lo vivía, pero el día hoy ha sido un claro ejemplo de lo que quiero que sea mi vida. Me sentía cansado; todo el día en la escuela (pero si estaba cansado será porque estaba aprovechando el tiempo). Descansé después hablando, cocinando y compartiendo. Y al final del día me voy a la cama, reventado, y no puedo dormir. Estoy pensando, y creo que estos días en los que no pasa nada remarcable pero en los que por contra haces lo que quieres (o al menos no te ves haciendo otra cosa), estos días son días perfectos. Hoy me lo he pasado genial en el aburrimiento, en el cansancio, en el aprendizaje y en la redundancia, en la conversación y en el silencio, en la presencia y en la ausencia. Seguro que hubiese sido superable, mas aunque sé que no ha sido el mejor día del mundo, juro que ha sido mejor que cualquiera. Espero que me queden muchos más de estos. Quizás no me pueda dormir no por la experiencia de hoy, sino por la incertidumbre de mañana...

sábado, 20 de noviembre de 2010

Delirium tremens

Quizás más adelante el tiempo pase con violencia, como olas en un temporal que te dejan marcas en la voz, en el cuerpo y en el alma, pero de momento noto como pasa suavemente, como un airecillo que alborota un poco los cabellos, pero que ni molesta ni asusta; al contrario, sienta bien y reconforta. Pasan ya días de cumplir veintiuno, y tras esa modesta cifra creo que tengo muy pocas marcas en la cara, en el cuerpo o en el alma, que todavía estoy en un proceso de formación y transformación total, que me queda mucho por vivir, casi todo diría yo, y que lo que pesa hasta ahora, lo que quema en la voz, en el cuerpo y en el alma es aquello, mucho o poco, que no se ha dicho, o no se ha hecho, y que se sabe que ya no va a volver. "Sabes mejor que yo que hasta los huesos sólo calan los besos que no has dado".
Creo que queremos que comience a arreciar el temporal, y también creo que en medio de la tormenta desearemos sólo un día de juventud, de transformación, de aprendizaje... será que vivimos demasiado bien.