lunes, 30 de noviembre de 2009

Lumbalgia y actitud


La lumbalgia (el corrector me cambia lumbalgia por plumbagina, mira tu que cosas) es algo muy desagradable. Lo he sufrido en carnes propias los últimos cuatro días. Y hoy al salir por primera vez a la calle me ha enseñado una valiosa lección.
Como cualquier movimiento brusco de mi cuello significa una punzada de dolor en la parte izquierda de mi zona lumbar, tengo que ir caminando con la cabeza alta. Yo con la cabeza alta, yo que tan dado soy a hincar la barbilla en el pecho. Y he notado lo malo que es caminar erguido. Ves como la gente te mira; algunos bien, otros mal, el aire te da en la cara, el brillo de las farolas te molesta, no puedes esquivar las mierdas de los perros... y siendo yo la persona menos afortunada del mundo, seguro que hoy he dejado pasar varios billetes de cincuenta euros por ir mirando hacia delante.
No me importa lo que diga la gente, lo bueno no es ir con la cabeza alta. Hay que ir con la cabeza gacha. Refugiémonos en nuestro mundo interior cuando caminenos por la calle, ocultemos nuestros ojos de los ojos ajenos, no transmitamos seguridad, aplomo, tesón... pero id atentos, vigilad con el rabillo del ojo, no sea que no nos reconozcamos entre nosotros, los agachados, los futuros cuasimodos (estoy dispuesto a que me salga chepa por seguir mis ideales).
Yo en cuanto pueda volveré a la actitud habitual.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Siempre hay un adonis


Llevaba varios años viéndola por los pasillos. Desde su primer año en la escuela de ingeniería se fijó en ella. Era preciosa, y la gente lo veía en su melena color miel, el mechón de pelo que caía sobre su frente, su ojos claros, su sonrisa siempre dibujada en la cara... pero para él eran rasgos físicos poco importantes, pues para él eran más significativos otros signos, otras cosas descubrió sobre ella a lo largo de los años.

Como el hecho de que cuando había salido con prisa de casa por haberse quedado dormida su melena no estaba perfectamente peinada, pero le quedaba mejor. O que el mechón que caía sobre su frente marcaba la frecuencia de sus cortes de pelo, pues nunca llegaba a la ceja, o el leve temblor de su párpado izquierdo cuando dormía poco, o la forma de fruncir los labios cuando se sentía preocupada o halagada...

El día que fue a recoger su título la vio sentada en un banco de la Escuela, ojeando sus apuntes. Quizás fue la sensación de que era su última oportunidad, pero juntó el aplomo suficiente. Se lo diría todo. Todo lo que durante tanto tiempo guardaba tan dentro de sí. Se acercó, y en cuanto salió la primera palabra de su boca, ella se levantó como un resorte para dirigirse hacia un adonis con gafas de aviador que apareció doblando la esquina del pasillo. Se quedó mirando como se alejaba colgando de su brazo, besando su mejilla y se dio la vuelta mientras una lágrima brotaba y caía encima de su título, el cual comenzó a hacer trizas.

Las cerillas


Soy malísimo en las artes plásticas en general. Es cierto que no he intentado mejorar, pero soy un desastre al carboncillo, a la cera, a la acuarela, al oleo, a la témpera... nadie sufría más que yo en clase de plástica en en colegio. Pero me llevo bien con los útiles de escritura. Mis mayores logros los he obtenido con bolis Bic, que vida más triste. Incluso en lo pictórico, con un boli Bic logro imitar bastante bien a El bueno de Cuttlas, un vaquero dibujado por Calpurnio. Pero al margen de vaqueros de los cuatro colores de la gama Bic, nada de nada.

Hasta ayer, que tuve una revelación cuando recordé una pequeña manía que tengo con las cerillas. Aparte de servir para encender las velas de mi quemador de aceite, considero fundamental en las cerillas su aplicación como útil de escritura. Con el humo de una cerilla recién apagada puedes escribir en el aire algunas letras. Con muchas cerillas puedes hacer maravillas, puedes escribir aquello que quieres que nadie lea, que se pierda en el aire sin posibilidad de indulto. Desde tus más ansiados deseos hasta tus más profundos secretos. Todo lo que traces en el aire se deshará luego, dejando un olorcillo inconfundible y para mi delicioso. Mi gran logro fue relacionar bolígrafos con cerillas en sus facetas de útiles de escritura. Y me puse a dibujar con el humo de las cerillas, y juro por mi honor que fueron algunas de las obras mas magníficas que alguna vez haré en mi vida. Tenía la luz apropiada para ver el humo azulado, jugaba con los grosores en el trazo quemando más o menos madera inclinando las cerillas encendidas, quemaba varias a la vez, las movía en todas direcciones, dibujaba animales que corrían, árboles que respiraban, personas que hablaban... y todo era bello, pero desaparecía, ¿O era bello por que desaparecía?

Se que no me creéis, que esto es una tontería. En el caso de que alguien lea esto, harto improbable, pensará que puede hacer lo mismo. Nunca lo sabremos. Es la belleza y lo enigmático de lo efímero. Pero tengo una cosa muy clara: mi salto de calidad, de vaqueros con bolis Bic a obras exclusivas, inéditas, irrepetibles, invisibles, odoríferas, y efímeras ha sido brutal.

Soy muy bueno dibujando con el humo que dejan las cerillas al apagarse.


sábado, 21 de noviembre de 2009

Todos al infierno...


Dice el Papa, el de la Iglesia Católica Apostólica Romana, que los artistas han de alejarse de la belleza hipócrita de la transgresión. Y como en el diario El Mundo viene entrecomillado, os dejo aquí lo que supongo son sus palabras:


"Demasiado a menudo, la belleza de la que se hace propaganda es ilusoria y falaz, superficial y deslumbrante hasta el aturdimiento y, en vez de hacer salir a los hombres de sí mismos y abrirles a horizontes de verdadera libertad atrayéndoles hacia lo alto, los aprisiona en sí mismos y los hace aún más esclavos, faltos de esperanza y de alegría", afirmó el Papa.

"Se trata de una seductora pero hipócrita belleza, que aviva el ansia, la voluntad de poder, de posesión, de abuso sobre el otro y que se transforma, enseguida, en su opuesto, asumiendo la expresión de la obscenidad, de la transgresión o de la provocación"


No estoy seguro sobre a que arte se refiere el Sumo Pontífice , pero yo que leo esto escuchando el nuevo disco de Sabina contemplando la espectacular fotografía de Rachel Weisz que se expuso hace no mucho en el Thyssen y con un póster de los Beatles en la pared me acojono pensando que tengo plaza en el infierno reservada desde hace tiempo, y a la vez me quito presión, pues ya condenado, puedo seguir disfrutando del arte transgresor e hipócrita sin temor a nada, pues ¿Qué hay peor que el fuego eterno?

Un consuelo por lo de la posible aflicción la barbacoa sempiterna nos lo da el propio Sabina en una de sus canciones: "El día del juicio final puede que Dios sea mi abogado de oficio".


jueves, 12 de noviembre de 2009

MIcrorrelatos Cadena SER Tercer intento


Tras una semana sin escribir (la frase de la semana pasada era "Ésta vez no erraré el tiro", por si alguien se anima) esta sí que me apetece, y aquí lo dejo a ver que os parece:

Frase: "Mientras recojo mi destino del frío suelo de la cocina"

Mientras recojo mi destino del frío suelo de la cocina, me doy cuenta de que es ley de vida. Todos acabaremos así. Siempre dijo que quería acabar en el mar, y al fin y al cabo es donde llevan las tuberías, por lo que decidí acabar por la vía rápida, pero tuve un inoportuno resbalón. Toda la frialdad presente en mí hasta el momento se esfumó. Sin darme cuenta, estaba llorando, y sus cenizas se convertían en barro... ¿Son tan distintas las lágrimas del agua de mar?

Ánimo a mi perrico, que está malito el pobre...