--Día 1--
Noto un cosquilleo azul en la cara. Cuando levanto la cabeza, veo sorprendido como dos preciosos ojos me rehuyen la mirada. Ella, pienso yo, habrá dejado la vista clavada en un punto, y yo he tenido la suerte, o la desfachatez, de ponerme en medio.
--Día 2--
No es posible. El mismo cosquilleo azul, esta vez en la nuca. Me quedo quieto, con los sentidos alerta. Durante un rato sigo percibiendo intermitentemente esa deliciosa sensación. Algunas pausas son más largas, y otras más rítmicas y veloces, las identifico con el parpadeo. Me armo de valor y decido girarme. Me la encuentro, coqueta, mirando circunstancial hacia otro lado. ¿Me estaba mirando a mi, o me estoy volviendo loco?
--Día 3--
Hoy no ha venido, y esto parece vacío. Tengo que encontrar un método para confirmar mis sospechas. Hoy no ha venido, y noto que lo que antes era un agradable complemento a lo que venía a hacer, ahora es casi un fin. Cuando pasa un rato me levanto y me voy, pues hoy no ha venido.
--Día 4--
Encontré la manera de comprobar si me estoy volviendo loco, o contra todo propósito, se ha fijado en mi.
El primer paso es cambiarme de sitio. Hoy me he ubicado en la otra esquina. Pasa un rato, y allí entra ella, con sus ojos (¿emitiendo cosquilleos azules?) yendo hacia mi posición habitual. Pero al llegar, gira la cabeza en ambas direcciones y se vuelve. Noto un cosquilleo muy tenue, pues está lejos. Y viene hacia mi, y se sienta en frente mío.
Y ahí es cuando entra en juego el segundo paso del método. Implicó para mayor seguridad prescindir de mi querido café de la mañana, debido a mis malas dotes de actor. Cuando estoy con la cabeza baja, siento de nuevo el cosquilleo azul. Entonces bostezo. Y cuando termino, levanto la cabeza, y ella agacha la suya, y cuento hasta cinco.
Uno... nada
Dos... nada
Tres... sus ojos se entrecierran
Cuatro... abre la boca y bosteza
Cinco... con un gesto de su mano, se tapa la boca al ser consciente de que la estoy mirando. Levanta la cabeza, e intuyo que sonríe pues no puedo apartar mis ojos de los suyos, que antes percibía como un cosquilleo, y ahora se que, contra todo pronóstico, me miran.
¡Y yo que pensaba que en la biblioteca sólo se estudiaba!
