sábado, 30 de abril de 2011

Ojos azules

Duró sólo lo que duran tres pulsos de un corazón que se acelera, pero fueron los más intensos que he sentido en largo tiempo. Y todo sucedió en un lugar tan impersonal, tan frío y tan duro como lo es para mi una estación de autobuses, que es el último lugar donde yo me esperaría encontrar esos ojos. Porque sólo me dio tiempo a mirarla a los ojos, pero supe desde el primer instante que era ella. Ella me miró extrañada.
La conocí hace tiempo, y nuestra relación no pasó de una buena amistad. Estoy casi seguro que ella no se acordaba de mí desde hace largo. Yo soy muy mitómano de la gente extraordinaria, y ella es una de esas pocas personas que se guardan en el recuerdo como modelo para intentar ser mejor. Creo que esa aportación a mi existencia ya es suficiente para tener un agradecimiento eterno, un lugar en mi memoria donde escribir con tinta indeleble su recuerdo. Quede aquí mi modesto homenaje, del que supongo nunca sabrá.
No me acerqué a saludar, no me atreví. Símplemente seguí caminando, tirando de mi maleta, hasta que la multitud nos engulló y desconectó nuestras miradas. No se si arrepentirme, estos encuentros me dejan tocado por largo tiempo. Sólo me queda la duda de si, remotísima posibilidad, también ella recordará ese momento como la mirada que duró tres pulsos de corazón que se acelera.

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