Llego a clase y se percibe algo especial. Ya desde el comienzo se nota como todo el mundo no para de mirar por la ventana, y hasta el profesor estrabía un ojo para ver los grandes copos que golpean violentamente silenciosos sobre la ventana. Y yo ya me veo crick, crock, dejando mis huellas a la espalda, o pisando sobre las de algún desconocido que recorrió mi camino poco antes. Crick, crock, ya se acaba la clase, crick, crock, ya bajo las escaleras, crick, crock, ya me asomo a la calle para ver la acera y observar que la hora que ha estado nevando no ha sido suficiente para más que mojar el suelo, y humedecer la ventolera que viene hacia mi cara. Triste me vuelvo a casa, con la punta de la nariz congelada, y la esperanza de que para la próxima dure más la nevada para poder disfrutar del ruido que hacen los zapatos al pisar la nieve. Crick, crock, crick, crock, crick, crock...
martes, 30 de noviembre de 2010
Crick, crock.
Voy hacia clase de estadística cuando durante el corto trayecto por la calle que me separa de la Escuela extiendo la mano y ¡Pop!, un copo de nieve aparece en mi dedo índice. Me paro, me lo acerco a la cara, seguro que tanto como para ponerme bizco, y lo observo con detenimiento. En sus bordes se aprecian ramificaciones dendríticas, que al calor de mi mano se suavizan, para dar lugar a bastoncillos de hielo que dan paso a una gota de agua de núcleo helado, y luego a una lupa de mi huella dactilar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
para cuando la siguiente entrada??
ResponderEliminarhabrá que esperar a que vuelva a nevar...