
Soy malísimo en las artes plásticas en general. Es cierto que no he intentado mejorar, pero soy un desastre al carboncillo, a la cera, a la acuarela, al oleo, a la témpera... nadie sufría más que yo en clase de plástica en en colegio. Pero me llevo bien con los útiles de escritura. Mis mayores logros los he obtenido con bolis Bic, que vida más triste. Incluso en lo pictórico, con un boli Bic logro imitar bastante bien a El bueno de Cuttlas, un vaquero dibujado por Calpurnio. Pero al margen de vaqueros de los cuatro colores de la gama Bic, nada de nada.
Hasta ayer, que tuve una revelación cuando recordé una pequeña manía que tengo con las cerillas. Aparte de servir para encender las velas de mi quemador de aceite, considero fundamental en las cerillas su aplicación como útil de escritura. Con el humo de una cerilla recién apagada puedes escribir en el aire algunas letras. Con muchas cerillas puedes hacer maravillas, puedes escribir aquello que quieres que nadie lea, que se pierda en el aire sin posibilidad de indulto. Desde tus más ansiados deseos hasta tus más profundos secretos. Todo lo que traces en el aire se deshará luego, dejando un olorcillo inconfundible y para mi delicioso. Mi gran logro fue relacionar bolígrafos con cerillas en sus facetas de útiles de escritura. Y me puse a dibujar con el humo de las cerillas, y juro por mi honor que fueron algunas de las obras mas magníficas que alguna vez haré en mi vida. Tenía la luz apropiada para ver el humo azulado, jugaba con los grosores en el trazo quemando más o menos madera inclinando las cerillas encendidas, quemaba varias a la vez, las movía en todas direcciones, dibujaba animales que corrían, árboles que respiraban, personas que hablaban... y todo era bello, pero desaparecía, ¿O era bello por que desaparecía?

Se que no me creéis, que esto es una tontería. En el caso de que alguien lea esto, harto improbable, pensará que puede hacer lo mismo. Nunca lo sabremos. Es la belleza y lo enigmático de lo efímero. Pero tengo una cosa muy clara: mi salto de calidad, de vaqueros con bolis Bic a obras exclusivas, inéditas, irrepetibles, invisibles, odoríferas, y efímeras ha sido brutal.
Soy muy bueno dibujando con el humo que dejan las cerillas al apagarse.
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