La lumbalgia (el corrector me cambia lumbalgia por plumbagina, mira tu que cosas) es algo muy desagradable. Lo he sufrido en carnes propias los últimos cuatro días. Y hoy al salir por primera vez a la calle me ha enseñado una valiosa lección.
Como cualquier movimiento brusco de mi cuello significa una punzada de dolor en la parte izquierda de mi zona lumbar, tengo que ir caminando con la cabeza alta. Yo con la cabeza alta, yo que tan dado soy a hincar la barbilla en el pecho. Y he notado lo malo que es caminar erguido. Ves como la gente te mira; algunos bien, otros mal, el aire te da en la cara, el brillo de las farolas te molesta, no puedes esquivar las mierdas de los perros... y siendo yo la persona menos afortunada del mundo, seguro que hoy he dejado pasar varios billetes de cincuenta euros por ir mirando hacia delante.
No me importa lo que diga la gente, lo bueno no es ir con la cabeza alta. Hay que ir con la cabeza gacha. Refugiémonos en nuestro mundo interior cuando caminenos por la calle, ocultemos nuestros ojos de los ojos ajenos, no transmitamos seguridad, aplomo, tesón... pero id atentos, vigilad con el rabillo del ojo, no sea que no nos reconozcamos entre nosotros, los agachados, los futuros cuasimodos (estoy dispuesto a que me salga chepa por seguir mis ideales).
Yo en cuanto pueda volveré a la actitud habitual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tambien tu puedes decir lo que quieras