Llevaba varios años viéndola por los pasillos. Desde su primer año en la escuela de ingeniería se fijó en ella. Era preciosa, y la gente lo veía en su melena color miel, el mechón de pelo que caía sobre su frente, su ojos claros, su sonrisa siempre dibujada en la cara... pero para él eran rasgos físicos poco importantes, pues para él eran más significativos otros signos, otras cosas descubrió sobre ella a lo largo de los años.
Como el hecho de que cuando había salido con prisa de casa por haberse quedado dormida su melena no estaba perfectamente peinada, pero le quedaba mejor. O que el mechón que caía sobre su frente marcaba la frecuencia de sus cortes de pelo, pues nunca llegaba a la ceja, o el leve temblor de su párpado izquierdo cuando dormía poco, o la forma de fruncir los labios cuando se sentía preocupada o halagada...
El día que fue a recoger su título la vio sentada en un banco de la Escuela, ojeando sus apuntes. Quizás fue la sensación de que era su última oportunidad, pero juntó el aplomo suficiente. Se lo diría todo. Todo lo que durante tanto tiempo guardaba tan dentro de sí. Se acercó, y en cuanto salió la primera palabra de su boca, ella se levantó como un resorte para dirigirse hacia un adonis con gafas de aviador que apareció doblando la esquina del pasillo. Se quedó mirando como se alejaba colgando de su brazo, besando su mejilla y se dio la vuelta mientras una lágrima brotaba y caía encima de su título, el cual comenzó a hacer trizas.
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