miércoles, 28 de abril de 2010

La Buena Vida


Todos los colores salen de la madera, todos son totalmente orgánicos. El verde es verde madera, el rojo es rojo madera, el gris, el negro, el blanco...
Además los focos no emiten luz, sino sombras. Si se apagaran todos, la luz nos cegaría. Emiten sombras debajo de las mesas, en las estanterías, en los lomos de los libros, bajo el vapor de la tetera.
Huele a té, y hay migas en la mesa. Las migas de la pasta que descansa mordida sobre el plato lo vertebran todo: las vetas de la madera de la que está echa la mesa, que late como viva, la taza vacía, con un poso de azúcar en el fondo, la cucharilla apoyada en la servilleta, la bandeja.
Una hoja de té se desenrolla en el agua, y la tiñe con una nube bienoliente.


"Lo primero que comprendió el pingüino a través de su crimen fue que se encontraba todo lo mismo que el Orestes antiguo: en medio de una inmensidad de impolutas tinieblas más o menos benignas. Cuando se da uno cuenta de esa coyuntura y sigue amando la vida ha ganado una batalla, ¿Contra qué? Nadie podría expresarlo, pero sí percibirlo, y sentirlo".

¿Matamos, como hizo Orestes, a nuestra madre, o a aquello que nos da la vida?

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