miércoles, 14 de abril de 2010

Retrato


Aquella mañana gris típicamente gallega, con el cielo encapotado y apuntando lluvia, salí a dar un paseo por la playa. Estaba desierta, y era agradable caminar por la húmeda y fría arena gris que había sido batida por el mar de madrugada, y que por varios metros desde la orilla se había quedado casi perfectamente nivelada al retirarse la marea.
De lejos lo vi, echo un ovillo. No supe lo que estaba haciendo hasta que estuve casi a su altura. Cuando llegué a él no pude menos que pararme. Aquel hombre parecía un náufrago. Vestía una camiseta blanca echa jirones y un viejo bañador del que no sabría decir exactamente de que color era. Estaba en cuclillas, y la espuma de las olas le besaba rítmicamente los dedos de los pies. Atento seleccionaba las piedras mas planas y redondeadas y las metía en una pequeña red. Me miró, y me asusté, pues tenía los ojos tan claros que parecía ciego. Pero lo que sucedió a continuación me demostró que no lo era. Pues soltó su red, y de entre todas las piedras que tenía dentro, tomó una. Era grande como la palma de su huesuda mano, de forma ovalada y de color rojo surcado por alguna finísima veta de lo que parecía ser cuarzo. Luego se dirigió hacia la arena seca. Yo, sabiendo que había algo de lo que hacía que estaba relacionado conmigo, lo seguí y me senté frente a el, como hipnotizado. Entonces tomó un palito de la arena, fino, largo y de color dorado, y de su bolsillo sacó una pequeña concha de cangrejo ermitaño llena de una sustancia que parecía ser tinta. Y comenzó a dibujar algo en la piedra.
Así estuvimos largo rato. El absorto en su dibujo, y yo debatiéndome entre salir corriendo o seguir allí sentado. Con un pequeño gruñido el hombre levantó la cabeza, y mirando a la linea del horizonte con sus ojos glaucos dejó caer la piedra en la que había estado trabajando. Me incliné hacia delante, y descubrí que había estado dibujando mi retrato, pero de manera especial. Aunque no me reconocía, supe perfectamente que era yo el que estaba allí dibujado. El retrato me miraba a los ojos con la expresión de asombro y duda con la que yo lo miraba a él, pues era mi retrato de anciano, y en mi interior tuve la certeza que llegaré a ser exactamente así si algún día llego a viejo. El hombre dio otro gruñido, como si me hubiera leído el pensamiento, y negando con la cabeza tomó con su mano izquierda la piedra que descansaba sobre la arena, mientas que con el huesudo dedo índice de su mano derecha señaló a mi corazón, dándome dos golpecitos en el pecho. Acto seguido, y sin yo poder evitarlo, arrojó mi retrato al mar con una fuerza increíble para su endeble brazo. Con un sordo grito de desesperación me lancé corriendo hacia el agua para intentar recuperar aquél increíble dibujo. Pero fue imposible. Al salir del agua totalmente empapado el hombre ya no estaba allí. Pero creí oír que el viento que venía del mar me traía una voz que decía "Es sólo una piedra".

1 comentario:

  1. Me he imaginado cada escena de tu historia, enhorabuena está muy bien descrito y a la altura de uno de los mejores capítulos de Lost... xD!

    ResponderEliminar

Tambien tu puedes decir lo que quieras