domingo, 3 de julio de 2011

Don Tancredo

Seguro que cuando mi situación cambie lo lamentaré, pero cada día estoy más harto de la incertidumbre perfectamente pautada a la que someto cada día desde hace mucho tiempo. Tengo perfectamente programadas las fechas de lo relevante en mi vida, y como mi limitada cabecita me impide estar a dos cosas a la vez (mi teoría de las inercias, que ya os he contado y a la que mi encanta recurrir), me pongo a piñón fijo con lo "importante", que son mis exámenes aunque me resulte físicamente imposible seguir estudiando tras el treinta de Junio, aunque esté enormemente cabreado por este despropósito que es la convocatoria de Julio en lugar de la de Septiembre, aunque aún no sepa, ni lo sabré hasta cinco días antes de los mismos, algunos de los exámenes que tendré que hacer, aunque toda esta frustración no lleve a nada productivo ni positivo.

Esto no sólo me ocurre en mi vida académica, sino en mi vida en general. La inercia de mi personalidad me lleva, ante la dificultad para seguir adelante, a elegir la inmovilidad en lugar del cambio de rumbo, la duda permanente en lugar de la resolución del dilema, el silencio en lugar de la palabra, el previsible y pautado fracaso en lugar del fracaso (o no) tras la actuación novedosa. Por este tipo de cosas me desaparecen, de vez en cuando, partes del cuerpo, y lo peor es que creo que nunca he intentado cambiar nada para evitarlo. ¿Cambiaré algún día?

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